¡Libres los Defensores de Puente Llaguno! Y el relato de lo que viví el 11 de abril de 2002

Un país dividido en un asunto cuya sentencia, sea cual sea, nunca hubiera sido del agrado del cien por ciento de los venezolanos. Pero los jueces no tienen por cometido ser populares, sino tratar de hacer justicia. Hoy, los "Pistoleros de Llaguno" fueron declarados inocentes y se les concedió libertad plena. ¡Por fin! Los medios no tardaron en reaccionar. El vespertino Abril abría en grande: "Jueces premiaron la delincuencia". 

  II 

Aquel once de abril de 2002 estaba en mi trabajo con mi novia y un compañero de trabajo. La cadena de Chávez, una más de las muchas que se habían transmitido en aquellos lamentables días en un vano esfuerzo de desbaratar la conspiración mediática, se convirtió en el último y desesperado esfuerzo del Primer Mandatario Nacional de convencer a los marchistas de la oposición de no ir al Palacio de Gobierno en Miraflores.

La marcha originalmente estaba pautada para ir de Parque del Este a Chuao. Los tomistas de la UCV tenían planeado aquel 11 de abril partir desde Parque del Este y marchar hasta la delegación de las Naciones Unidas, en apoyo al masacrado pueblo palestino. La marcha había sido planeada desde hacía un mes, pero tuvo que ser suspendida cuando el día anterior en la noche los líderes de la oposición decidieron que ese sería el punto desde donde marcharían en contra de Chávez. 

Y como delató una declaración dada por Otto Neustald en un evento dirigido a estudiantes de comunicación social, los golpistas ya sabían que al día siguiente la gran manifestación sería llevada a Miraflores, como carne de cañón que catalizaría y justificaría el golpe de estado y un posterior gobierno de facto, necesario para "pacificar" el país. 

Eran aproximadamente las cuatro de la tarde. La cadena aún no terminaba, pero entonces comenzaron a sabotearla. La señal se distorsionaba; las palabras de Chávez no se correspondían con el vídeo y de hecho se superponían y se repetían de una forma extraña. Nuestro compañero de trabajo escuálido comenzaba a teorizar que esa era una grabación, que Chávez ya estaba en Cuba, que eso estaba feo. Luego, los canales "partieron" la pantalla (violando lasnormas legales respecto a las cadenas, las cuales deben ser transmitidas sin alteración), y mostraban imágenes de personas cargando gente muerta o herida... era difícil saberlo, pues no habían palabras que explicaran lo que pasaba. 

Así que decidimos irnos... total, sea lo que sea, la empresa donde trabajábamos no era merecedora de nuestra lealtad. Tras calarnos el exasperante parloteo sinfín del escuálido compañero de trabajo que nos acompañaba (un ex-izquierdista convertido en ultraderechista, vivo ejemplo de que los extremos se tocan), acompañé a mi novia a la habitación donde vivía en ese tiempo. La dejé en su casa, le dije que me iría a la universidad, y tomé más bien una camioneta hasta la avenida Urdaneta, donde queda el Palacio de Gobierno. 

¿Por qué fuí a la Urdaneta, en vez de irme a refugiar a mi casa? Sería echar otro largo cuento aquí. Digamos que los sucesos que ocurrieron en la UCV cuando los "tomistas" de 2001 me enseñaron que una cosa es lo que pasan los medios en la TV, y otra es lo que ocurre en el mundo real. Uno sólo puede estar seguro de los hechos si los ve con sus propios ojos, y muchas veces ni eso basta. 

III

La camioneta me dejó en la Av. Fuerzas Armadas, a diez cuadras del palacio de Gobierno. Allí ví como, en la Av. Universidad, por donde marchaba la oposición, encapuchados quemaban una camioneta por puesto. Era Bandera Roja. Los vecinos de la zona se quejaban y discutían entre sí. "¿Ven lo que hacen esos coño'e madres?", decía alguien a su vecina, la cual le replicaba y contradecía mientras yo caminaba entre ellos.

Ya antes, mientras estaba con mi novia, había recibido la llamada de un pana de la UCV que estaba yendo al lugar de los hechos con otros amigos. Me encontré con ellos, y luego con una inmensa multitud, de unas 25 mil personas, que rodeaba el Palacio de Miraflores por la Av. Baralt y la Av. Urdaneta. Eran miles de personas que se estaban reuniendo en el lugar por tercer día consecutivo, desde que empezó el paro cívico. Yo mismo había estado allí dos días antes, en una fiesta de más de 10 mil personas con diversos grupos de música popular que tocaban desde una tarima. 

Pero esa multitud esta vez no estaba tan alegre. Estaban preocupados, asustados y por sobre todo arrechos. Un colega nos dio la bienvenida al lugar, y nos actualizó. "Hay francotiradores en los edificios y entre la gente, así que tengan cuidado. Pónganse tres marcas de lapiz labial en las mejillas; eso significa que ustedes son conocidos y de confianza", nos dijo. Indicó que ya habían varios muertos entre los bolivarianos, y le echó la culpa a la Metropolitana, que había tratado de subir varis veces porla Av. Baralt. 

Las marcas en los rostros fueron descritas por una reportera de El Nacional como "marcas de indios preparados para la guerra". Palangrista...

IV

Los rostros de la gente decían todo lo que hacía falta. Tristeza y derrota en algunos. Bravío y valentía en otros. Todos sabían que la marcha de la oposición iba hasta allá, así que muchos se prepararon con palos, machetes y cohetones a recibirlos. Y no era para menos... ¡nosotros estábamos tranquilos en Miraflores! ¡Quienes venían a agredir eran ellos! ¿Qué íbamos a hacer, irnos a nuestras casas y dejarlos ganar? 

 "La lucha es hasta el final", decía alguien. Otros escuchaban por la radio el discurso de Chávez. Una empleada de la UCV pasó en estado de shock, con la camisa desgarrada y llevada por varios amigos. "Le mataron a uno de sus muchachos", dijo alguien. 

 Entonces, cuando pasábamos frente al Banco Central de Venezuela, a una cuadra de Puente Llaguno, se escucharon los disparos. "Pa, pa, pa", se escuchaba desde el sur, como a 120 metros. "¡Pa,pa,pa,pa,pa!". Cinco tiros muy rápidos y seguidos desde el puente. Luego, las armas siguieron su conversación mortal; no lo recuerdo bien porque la multitud que estaba en la Urdaneta corrió despavorida, huyendo de los disparos, contra nosotros. Tuvimos que apartarnos de su camino y pegarnos a las paredes mientras inútilmente llamábamos a la gente a la calma. 

 Estábamos viviendo en ese momento los disparos de Henry Atencio, Richard Peñalver y Rafael Cabrices (entre otros) contra la Policía Metropolitana, quienes por enésima vez trataban de abrirse paso y limpiar la Av. Baralt de chavistas, con el fin de que los marchistas de oposición (que venían detrás de ellos, aunque se quedaron esperando por la Av. Universidad) subieran hasta Miraflores. Los disparos de los hombres de azul hirieron en ese momento a varias personas, entre ellas a Jorge Recio, fotógrafo que quedó paralítico tras recibir una bala en la columna. 

Fue entonces cuando los Defensores de Llaguno contraatacaron. 

La PM no pudo subir a la Av. Urdaneta, afortunadamente. De haber sido así, quien sabe qué habría pasado. Tal vez los muertos de aquel día se contarían por cientos, y yo no estaría escribiendo estas líneas ahorita. 

V 

Las pruebas fueron determinantes: los Defensores de Llaguno no mataron ni hirieron a nadie. 

El argumento de defensa propia fue respandado por vídeos y pruebas sólidas, entre ellos el testimonio de los periodistas Delvalle Canelón (Globovisión) y Luis Alfonso Fernández (Venevisión), este último ganador del Premio "Rey de España" por un vídeo que fue descontextualizado por la macabra voz de Manuel Saenz, quien sigue siendo profesor de la Universidad Central de Venezuela, para desgracia de la Casa que se ha dejado Vencer por las Sombras. 

 Por cierto, los del premio ya dijeron que pudieron haberse equivocado. ¡Doble victoria!

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